3. De la enseñanza dada por los Espíritus resulta que los
diversos mundos están en condiciones muy diferentes los unos de
los otros, en cuanto al grado de adelanto o de inferioridad de sus
habitantes. Entre ellos los hay cuyos moradores son inferiores aún
a los de la Tierra, física y moralmente; otros están en el mismo
grado, y otros le son más o menos superiores en todos los aspectos.
En los mundos inferiores, la existencia es enteramente material,
las pasiones imperan soberanamente, y la vida moral es casi
nula. A medida que ésta se desarrolla, la influencia material
disminuye, de tal modo, que en los mundos más avanzados, la
vida, por decirlo así, es enteramente espiritual.
4. En los mundos intermedios hay mezcla de bien y de mal,
predominio del uno y del otro, según el grado de adelanto. Aunque
no pueda hacerse una clasificación absoluta de los mundos, sin
embargo, se hace en razón de su estado y su destino y basándose
en sus grados más marcados, dividiéndolos de un modo general
como sigue: mundos primitivos, destinados a las primeras
encarnaciones del alma humana; mundos de expiación y pruebas,
en donde el mal domina; mundos regeneradores, en donde las almas
que aún tienen que expiar adquieren nuevas fuerzas, descansando
de las fatigas de la lucha; mundos felices, en donde el bien sobrepuja
al mal, y mundos celestes o divinos, morada de los Espíritus
purificados en donde el bien reina enteramente. La Tierra pertenece
a la categoría de los mundos de expiación y de pruebas, y por esto
el hombre está en ella sujeto a tantas miserias.
5. Los Espíritus encarnados en un mundo no están sujetos a
él indefinidamente, ni cumplen tampoco en él todas las fases
progresivas que deben recorrer para llegar a la perfección. Cuando
han alcanzado en un mundo el grado de adelanto que él permite,
pasan a otro mundo más avanzado, y así sucesivamente hasta que
han llegado al estado de Espíritus puros. Son igualmente, estaciones
en cada una de las cuales encuentran elementos de progreso,
proporcionados a su adelanto. Para ellos es una recompensa el
pasar a un mundo de orden más elevado, así como es un castigo el
prolongar su permanencia en un mundo infeliz, o el ser relegados
a un mundo más infeliz a aquel que se ven obligados a dejar, cuando
se obstinan en el mal.
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